El rincon de Fabio: junio 2006

Dije que algún dia pondría una de sus historias, y ¿qué mejor momento que ahora, despues de haberse llevado un premio en un concurso literario?, pues eso... Ascen, va por ti...(pinchar aqui al lado para ver el video de la entrega del premio --->)(http://www.youtube.com/watch?v=FWlOjtoIP78)

CONISTORGIS (de María Ascensión Pérez Beltrán)
Sión había oído muchas veces la historia, le encantaba oírla en la voz de su abuela, aquello había ocurrido doscientos cincuenta años antes, algunos predestinaban que algo volvería a ocurrir, pero ella no estaba muy segura de eso, creía en la historia y había aprendido a sentir a Dios como un compañero inseparable de aventuras, pero todo aquello era un secreto que guardaba muy bien.
Sión vivía con su familia en un modesto pueblo del suroeste de España, en la comunidad de Andalucía, amante de los libros, había descubierto poco tiempo atrás que su pueblo en la antigüedad había sido más importante de lo que era en aquellos momentos, se había construido sobre el antiguo poblado romano llamado Conistorgis y en tiempos de Alfonso X le otorgaron un privilegio con el nombre de Puerto del Camino, por aquella época pertenecía al Condado de Niebla. Pero lo que ella sabía era sólo una mínima parte comparada con toda la historia que se escondía en las calles de su pueblo.
Era la víspera de Todos los Santos cuando a las seis de la tarde su abuela se había despedido de ella tras contarle una vez más aquella historia que tanto le gustaba. Se dirigió al Centro Cívico, aquello había sido el antiguo convento del Carmen y el colegio de su madre, lugar donde había ocurrido la historia de su abuela, le encantaba ir allí después de oír el relato. Se acercó al pozo que había en el centro del patio y miró en su interior, nada, como siempre, no sabía qué esperaba encontrar. Decían que aquel pozo estaba justo donde la tierra se había abierto para tragarse la espada de Jorge, pero nunca la encontraron.
Subió al piso de arriba, donde se encontraba la biblioteca, se dirigió a la mesa de un rincón y comenzó a leer. Había encontrado información acerca del desastre que había causado el terremoto de Lisboa el 1 de noviembre de 1755, como lo que era en la actualidad la Iglesia de la Misericordia, era entonces un hospital y el castillo que había mandado construir don Enrique de Guzmán en el siglo XV, había sufrido de tal forma el terremoto que se terminó de destruir para coger las piedras y la argamasa para restaurar las viviendas afectadas. Incluso había símbolos templarios en su pueblo y eso era lo que más llamaba su atención, además el protagonista de la historia de su abuela era descendiente de los caballeros de tan notable orden.
Estaba oscureciendo cuando terminó de leer, la biblioteca estaba a punto de cerrar, la parte de abajo estaría abierta aún hasta las doce, la última sesión del cine de la parte inferior era a las diez. Se acercó al balcón y miró el pozo, la luna que ya comenzaba a hacerse notar en el cielo, se reflejaba en el pozo.
Se quedó pensativa unos minutos al darse cuenta del detalle. Si en el pozo no había nada, ¿qué era lo que hacía que se reflejara la luz de la luna?
Sin perder un solo instante corrió escaleras abajo y se precipitó sobre el agujero del pozo. Nada, no había nada. Pero ella habría jurado...
- ¡Niña! Apártate de ahí, que te vas a caer – dijo la voz de un hombre incómodo a su espalda.
Al levantar la vista, Sión notó que algo había cambiado a su alrededor, pero no era capaz de decir qué. Un escalofrío recorrió su cuerpo y fijó la vista en el extraño que se acercaba hacia ella.
Volvió la vista hacia el pozo al sentir nuevamente que había algo en su interior, vio el brillo e hizo ademán de volver a introducir la cabeza cuando sintió una firme mano sobre su hombro. A pesar de llevar puesta una chaqueta de tela vaquera, pudo notar el frío tacto de aquella mano. Giró la cabeza hacia el extraño.
- Es muy peligroso asomarse ahí – dijo mirando el pozo – ¿qué hay que ha llamado tanto tu atención?
- Nada – se apresuró a decir escapando de su mano.
- Quince años, pelo castaño, profunda mirada de ojos verdes... – murmuró mirando a la chica.
- Jorge... – murmuró Sión incrédula.
- Puedes cogerla si es su deseo – dijo dando unos pasos hacia atrás con aire cortés.
- ¿Qué has venido a hacer? – su penetrante mirada lo desafiaba.
- Conoces la historia – afirmó – conoces la respuesta.
Sión se giró hacia el pozo e introdujo su cuerpo, ahora la veía con total claridad, aferró su mano derecha a la empuñadura y se giró con la espada en la mano hacia el extraño.
- ¿Debo entender que conoces las reglas del juego y que aceptas jugar? – Preguntó haciendo aparecer una espada en su mano. – Desde que probó la sangre de Jorge y se apoderó de su alma está deseando probar la del siguiente elegido.
- Creía que te habías llevado su cuerpo... – dijo percatándose de que había una parte de historia que desconocía.
- Jajaja – rió estruendosamente el diablo. Sión dio unos pasos hacia atrás con la espada en alto, en posición de defensa. – Eres una chica inestable – dijo clavando sus profundos ojos rojos en aquellos inocentes verdes que aún le oponían resistencia. – Y Jorge un chico rebelde. Ha intentado ponerse en contacto contigo – de repente el diablo miró hacia el cielo como si estuviese hablando con alguien. – Es justo – dijo finalmente desapareciendo de la vista de Sión, manifestandose justo tras ella, apretando su cuello con una sola mano, obligándola a levantar la vista al cielo.
La espada cayó de sus manos y se aferró a aquellos gélidos dedos que le oprimían la garganta cada vez con más fuerza impidiéndole respirar. El diablo le señaló una estrella con su otra mano, colocándola después sobre los ojos de Sión durante unos segundos, para finalmente presionar su dedo corazón sobre su frente con fuerza.
Vio con sus propios ojos, dentro de su cabeza, la historia que tantas veces había oído de labios de su abuela, y tuvo conciencia de todas las veces que había tenido conversaciones con Jorge en sus sueños, así como todas sus enseñanzas. La barrera que había sentido siempre en su interior acababa de romperse. Sión se llevó las manos a la cabeza y el diablo la soltó.
- Que te haya ayudado a romper esa barrera no significa nada – dijo al ver que su corazón acelerado intentaba recuperar un ritmo normal – ahora eres consciente de lo que te espera si aceptas enfrentarte a mí.
- Si me niego a cumplir la misión que me ha sido impuesta... – quiso conocer la respuesta de labios del extraño que la miraba – ¿qué ocurrirá?
El diablo sonrió mirando a la niña, desconocía exactamente qué era lo que Jorge le había enseñado en sueños, pero no la veía capaz de enfrentarse a él. El muchacho se había convertido en adulto a los quince años para proteger a su familia, a su pueblo, pero la joven que tenía ante sí se veía demasiado ingenua e inocente para haber sido destinada para tal fin.
Él se limitó a clavar la espada en la tierra, ésta tembló y gritos de pánico brotaron del todo el pueblo. Sión corrió a tirar de la espada, era incapaz de sacarla. El poderoso extraño sonrió satisfecho y la espada cedió. Los gritos y temblores cesaron.
- Has sido muy osada al tocar mi espada – dijo tendiéndole la mano.
Sión la tomó por la hoja y le acercó la empuñadura. Se dirigió hacia la que reposaba en el suelo, tomándola entre sus manos con fuerza. Él se quedó pensativo por lo que acababa de ver, le había brindado su espada sosteniéndola de la hoja y sin temor alguno en sus ojos.
- No necesito que tomes a nadie de rehén – dijo recordando la historia tantas veces oída – acepto.
- Bien – dijo sosteniendo su mirada – estoy seguro de que serás un alma digna de mi colección.
- Quisiera pedir algo más – su tono de voz era firme y seguro. Captó la atención de su adversario sonriéndole con expresión amable.
- Adelante – la invitó a continuar golpeando suavemente su espada con la que ella sostenía.
- Si gano...
- La libertad de tu pueblo – su tono era de aburrimiento.
- Y la del alma de Jorge – se precipitó a solicitar.
El diablo la miró a los ojos sorprendido, había pedido la liberación del alma de un desconocido. Jamás había visto tal firmeza en una decisión y aquello era un juego al que había jugado en muchos lugares y épocas a lo largo de la historia de la vida en la Tierra. Tras unos segundos de meditación aceptó divertido por la idea, un aliciente muy interesante, sin duda.
No pensaba perder, aquel pueblo se le había resistido demasiado tiempo y esta vez no iba a marcharse sin él. Sión no estaba de acuerdo con esa decisión, haría todo lo que estuviese en su mano por conseguir la victoria.
Atacó con fuerza, la joven consiguió parar el primer golpe, se inclinó e intentó golpearle en una de las piernas, pero él saltó y lo evitó. Apenas estaba preparada para el filo de la espada que se le acercaba peligrosamente, lo esquivó rodando por el suelo con su arma en la mano. Un frío viento rodeaba la escena de lucha, sabía que a pesar de estar en el patio del Centro Cívico, no estaba ahí, había algo distinto en la atmósfera del lugar que le hacía pensar así.
Efectivamente, tal y como él pensaba, Sión no era la persona adecuada para tal misión, sus rasgos dulces, su carácter afable y su sonrisa la hacían, a su parecer, incapaz de vencer. La dejó recuperar un poco de aire antes de lanzarse de nuevo contra ella. Sólo tenía una oportunidad, no habría más combates para tomar esta decisión.
Saltó hacia ella con la espada en la mano y ésta se abalanzó sobre él en el momento en que empezaba a caer, dándole un fuerte puñetazo en el estómago y dejándolo sin respiración.
Había sido un golpe de suerte, el diablo se lamentaba de haber adquirido para el combate las cualidades humanas, pero eran las reglas del juego, la única forma de darles una oportunidad a los llamados para combatir con él.
Sión corrió sobre él y del codazo que le propinó los dos cayeron al suelo. El hombre había soltado su espada, respiraba con dificultad. La joven se puso en pie y fue a recoger las dos espadas. Observó la que había salido del pozo y vio las iniciales que había grabado en su empuñadura, JS.
- ¿Cometerás el mismo error que tu predecesor? – preguntó el diablo aún con dificultad.
- No – dijo arrojando la espada junto a él, una gota de sangre resbalaba por la hoja de la espada que había quedado clavada a su lado – no te daré la espalda – sonrió – pero no voy a luchar en un combate injusto – dijo tendiéndole una mano.
- Es mía – dijo percatándose del rasguño que le había causado su propia espada.
- Ajá – sonrió ofreciéndole su mano aún.
- Has demostrado ser un digno contrincante después de todo – dijo cogiendo su mano y poniéndose en pie. – Es justo reconocer mi derrota pues has conseguido herirme con mi propia arma. Te he subestimado y esa ha sido mi perdición – dijo haciendo una ligera reverencia.
- Acepto vuestra derrota si es vuestro deseo poner fin así a este combate – respondió, aunque no confiaba en sus palabras.
- Jorge es libre – dijo posando la punta de su espada en el suelo, apareciendo ante ellos el cuerpo del joven de quince años que dos siglos y medio atrás lo había vencido.
Jorge abrió los ojos y se puso en pie, los miró a ambos y entendiendo la situación se dirigió hacia Sión.
- Has sido muy valiente, mi enhorabuena por vuestra victoria – dijo volviéndose después hacia el diablo durante unos segundos.
- Gracias – dijo sosteniendo aquella penetrante mirada de ojos verdes que tenía ante ella – ¿Qué significa JS? – aquella incógnita daba vueltas en su cabeza desde que se formó.
- Jorge Sión ahora es libre – dijo tomando de sus manos la espada, la alzó al cielo – gracias a ti.
Un rayo de luz lunar incidió sobre la hoja de la espada y el joven se desvaneció elevándose su esencia hacia el firmamento. Sión miraba al cielo cuando sintió el frío acero atravesar su cuerpo. El diablo estaba justo frente a ella, con una mano apoyada en su espalda para sostenerla y con la otra empujando la espada.
Sión miró los ojos rojos de quien la sostenía en su muerte y sonrió, llevó su mano hasta su rostro acariciando su blanca, suave y fría piel, el diablo la observaba incrédulo dejándose hacer. La joven colocó su mano en la parte de atrás de su cabeza y tiró hacia ella, sentía como sus fuerzas desaparecían pero había algo que le quedaba por hacer antes de perderlas definitivamente. Haciendo un último esfuerzo, elevó su rostro y sus ardientes labios se encontraron con los del diablo que se perdió en el beso de su víctima.
Apenas unos segundos después, el cuerpo de Sión caía inerte en sus brazos. “Has tenido el valor de abrazar al diablo en tu propio lecho de muerte” pensó retirando de su cara un mechón de su hermoso pelo castaño. “Sabías que te mataría y has ganado usando un arma que nunca creí que nadie sería capaz de usar” pensó mientras desaparecía llevándose consigo el cuerpo de la joven. El reloj de la Iglesia daba la duodécima campanada indicando que un nuevo día acababa de entrar, era 1 de noviembre de 2005.
La gente comenzaba a salir del cine cuando vieron a un joven arañando, con lo que parecía ser la punta de una espada, la piedra del pozo del patio. Cuando se acercaron para llamarle la atención, el chico desapareció y allí donde había estado encontraron escritas unas palabras, así como una espada incrustada con una inscripción claramente visible en su empuñadura. La inscripción estaba en latín, un profesor del instituto se encontraba entre los que habían visto desaparecer al chico y se había prestado a traducir el texto al reconocer la antigua lengua.
“Así como hace dos siglos y medio un joven de quince años había protegido en este mismo lugar la vida, hoy una joven de su misma edad, sin público alguno para su combate, ha conseguido que este lugar sea Bendecido por Dios y Protegido por el Diablo para el resto de la historia, pues ha sido la única capaz de encontrar y luchar con el arma más poderosa que posee el ser humano. Ha abrazado a quien le daba muerte otorgándole su primer beso impregnado del amor que sentía por este lugar y las personas que lo habitan”
- Ignoro el significado de las iniciales de la espada – terminó el profesor pasando el dedo por la grabación buscando la inspiración. “Jorge Sión” susurró una voz en su interior. – El chico que luchó por la salvación de las gentes del pueblo – murmuró en voz baja – Jorge Sión – proclamó – el muchacho que hemos visto desaparecer...
- ¿Sión? – preguntó un joven – yo la conocía.
- ¿Cómo? – inquirió el profesor.
- Sión, una chica de quince años, de pelo castaño y ojos verdes, amante de la lectura, carácter alegre pero un bicho raro en el fondo, camorrúa, atesná... no puede ser otra persona.
- ¿Por qué estás tan seguro? – insistió el profesor.
- Porque Dios sólo elige para ese tipo de misiones a la gente de espíritu inquieto, a los bichos raros...